martes, 23 de noviembre de 2010

Campaña "Tus manos son para proteger"

>
Los niños pasan por una etapa de deseo de independencia que lleva asociado un desafío a la autoridad, y esa autoridad son las normas establecidas por los padres. A esta edad, a los niños les encanta comprobar también las reacciones de sus padres cuando los provocan y, si observan que pierden el control, sentirán que es él quien está al mando de su comportamiento. En estos casos se requiere subrayar la autoridad paterna y pegar al niño es a veces visto como la forma más eficiente de lograrlo.

La experiencia ha demostrado que con los niños no sirven las largas explicaciones racionales y adultas. Los niños son niños y entienden mejor órdenes cortas y tajantes. Quizá, cuando sean más mayores, se podrá
negociar con ellos el comportamiento más adecuado pero a edades tempranas es difícil hacerles "razonar" como los mayores. Pegarles puede implicar entonces lograr la obediencia inmediata, pero después, el niño se habitúa con lo que los padres han de aumentar la frecuencia para logar el objetivo de la obediencia. Además ello implica enseñarles un modo de resolver los problemas que a su vez ellos pueden aplicar con sus amigos cuando hagan algo malo según sus criterios.

Para una convivencia armónica y positiva entre los diferentes miembros de una familia y en la sociedad a la que poco a poco se irán abriendo, es preciso imponer a los niños una serie de normas justas y abiertas (desarrollables) que sientan como compartidas entre todos y, consensuadas entre ambos padres (autoridad compartida). Una serie de responsabilidades y formas de conducta que deben ser firmes y dejadas muy claro en cualquier momento en que se vean amenazadas.

Es preciso para ello establecer una jerarquía de consecuencias ante el mal comportamiento, pero estas deben ser siempre de carácter positivo y pedagógico, obligando o privando de hacer alguna actividad que ejercerá como compensatoria.

A su vez, cuando el niño esté haciendo algo que lo pueda lastimar, es preciso apartarlo de lo que está haciendo y decirle un no “rotundo” y firme pero pacífico. Tomándolo de las manos y mirándolo a los ojos mientras lo haces y dejando para cuando esté tranquilo las explicaciones sobre el peligro que corre haciendo lo que estaba haciendo. Así evitaremos que el niño lleve a cabo el comportamiento temerario a escondidas, algo que se podría desencadenar con una solución violenta.

Quiero que quede muy claro que golpear, gritar, humillar, insultar o simplemente ignorar a un niño (o, en su extremo contrario, sobreprotegerlo), no lo educa; solo perpetua el ciclo de violencia, deformando y dañando sus sentimientos y capacidades como individuo.

A menudo las conductas de maltrato son protegidas por una cierta cultura de "posesividad", según la cual los hijos son catalogados y tratados como objeto o producto bajo la hipótesis de que " los padres siempre saben lo que hacen". Sin embargo, y por lo general, los padres son inconscientes de lo nocivo de dichas conductas. Suelen repetir, además, el ciclo destructivo del que ellos mismos fueron objeto.

Muchos de los 296 comentarios que hasta ayer tenía el reportaje, titulado “El cachete duele, pero no funciona”, defendían el uso de la violencia. Lo llamativo era la virulencia con la que muchos la defendían, como si el planteamiento de psicólogos y pedagogos de que ese método no es una herramienta adecuada para educar y además no es eficaz a largo plazo les atacara íntimamente. Muchos coincidían en afirmar que ellos mismos habían recibido sus azotes o bofetadas y que no estaban traumatizados. Que gracias a ello son adultos educados y de provecho y que la permisividad y el buenrrollismo actual de los padres progres es lo que genera jóvenes maleducados y desnortados que acabarán maltratando a sus progenitores.

Sin embargo, en países paradigmáticos de la buena educación y del buen rendimiento escolar, como los nórdicos, están prohibidos los castigos físicos desde hace años (eso sí, con grandes campañas de información y concienciación), sin que los niños se hayan vuelto unos cafres. Incluso, según algunos comentarios, son capaces de jugar sin gritar ni hacer ruido. En fin, que hay otras formas de mantener la disciplina y el respeto además de pegar, aunque pueden ser más trabajosas y requieren más autocontrol y paciencia.

El hecho de que casi todos los que defendían el azote reconocían haberlos recibido parece confirmar uno de los efectos de este castigo del que alertan los psicólogos. "Lo tomas como modelo de conducta, como forma válida y aceptable de educar a tus hijos", explica Manuel Gámez Guadix, profesor de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid.

No siempre es así, "pero estadísticamente, es más probable que los padres con los que se utilizó también lo hagan con sus hijos, es lo que han aprendido, y además es una forma de justificar el comportamiento de sus padres". Lo contrario implica aceptar que su padre no era perfecto y que no tenía derecho a pegarle, con el conflicto y la carga emocional que ello conlleva.

Un trabajo de Murray A. Straus, profesor de Sociología y codirector del Laboratorio de Investigación Familiar de la Universidad de New Hampshire, basado en multitud de datos de estudios científicos sobre las consecuencias del castigo físico, recomienda "no pegar nunca". "Los beneficios de evitarlo son muchos, pero para los padres es virtualmente imposible percibirlo observando a sus hijos", afirma. "Los padres pueden percibir el efecto beneficioso de una bofetada (sin ver la igual eficacia de otras alternativas), pero no tienen forma de mirar un año o más adelante para ver si hay efectos secundarios perjudiciales por haber pegado al niño para corregir una mala conducta".

Los niños que viven tales situaciones de maltrato emocional o físico suelen sufrir a largo plazo baja autoestima, conductas reiterativas con juegos de poder ( agrede a otro o es agredido), rupturas con la realidad por insensibilidad emocional y desordenes psicológicos como psicopatías, neurosis, depresión infantil hasta esquizofrenia en el peor de los casos.

Aparte de todo ello hay que recordar que la ley lo prohíbe en España desde 2007

1 comentario:

  1. increíble articulo, es mas permite resolver algunas conductas que hemos tenidos desde pequeño y ahora tenemos consecuencias.Muy interesante.

    ResponderEliminar