viernes, 25 de marzo de 2011

Guerra en Libia y guerras livianas

>

Occidente mira al Magreb, a Libia. Y ya es una gran suerte porque hasta hace nada solo nos mirábamos a nosotros mismos. Miramos a Libia, al petróleo, y no a Birmania, donde no corre el riesgo de ser nacionalizado éste. Nunca miramos más abajo, más allá del Sáhara, al mundo de los negros, a la verdadera África. Levantamos la cabeza cuando nos llegan noticias de grandes matanzas en Ruanda, Sierra Leona, Liberia o Congo. Guerras de primera, guerras de segunda; personas de primera, personas condenadas al silencio.

Costa de Marfil lleva meses desangrándose. El presidente derrotado en las urnas, Laurent Gbagbo, se niega a entregar el poder al ganador Alassane Ouattara y defiende su cargo con las armas y la barbarie. Costa de Marfil no cabe en las noticias. Ni siquiera cuando las tropas de Gbagbo abrieron fuego sobre una manifestación pacífica de mujeres... Siete mujeres muertas sin derecho a noticia.

La intervención de la comunidad internacional en Libia está legalmente fundamentada en la llamada Responsabilidad de Proteger (RdP). Este principio fue acordado en 2005 por la mayoría de los miembros de las Naciones Unidas tras años de presión por parte de ONGs y organismos humanitarios. En él se establece que los estados tienen la obligación de proteger a sus poblaciones frente al genocidio, los crímenes de guerra, la limpieza étnica y los crímenes contra la humanidad. Cuando estos gobiernos permanecen al margen o son parte activa de los crímenes, la comunidad internacional tiene la responsabilidad de intervenir para proteger a los civiles.

La RdP es el modo en el que el mundo dice 'nunca más' tras el el genocidio nazi, Sbrenica o Ruanda. Sin embargo, los principios acordados en los despachos rara vez se han trasladado a los campos de batalla. De acuerdo con uno de los informes más prestigiosos en este ámbito, en 2010 se produjeron 28 conflictos importantes y 'altamente violentos', que dejaron cientos de miles de víctimas civiles. La mayor parte de ellos son conflictos olvidados en donde la protección internacional ni está ni se le espera.

El Global Centre for the Responsibility to Protect (Centro Global para la RdP), estima que en estos momentos hay en el mundo diez países donde dicho principio se debería de aplicar de inmediato (datos y mapa obtenidos de esta misma fuente):

- RD del Congo: desde 1996 ejército y guerrillas se ensañan con la población civil.

- Myanmar (antigua Birmania): desde 1962 se llevan a cabo limpiezas étnicas regulares.

- Guinea Conakry: desde el 29 de septiembre de 2009 reina la inestabilidad y se registran muertes y agresiones atroces a civiles (150 muertos y 1.200 agresiones denunciadas ese mismo día).

- Kirguistán: entre el 10 y el 14 de junio de 2010, al menos 350 civiles de la etnia Uzbak fueron asesinados, 2.326 fueron heridos y 400.000 sufrieron desplazamientos forzosos.

- Kenia: el periodo post-electoral de 2007 dejó casi 1.300 muertos y medio millón de desplazados. Muchos temen los resultados de las elecciones previstas para 2012.

- Nigeria: más de 13.500 civiles asesinados desde 1999 (entre 150 y 500 solo el pasado 7 de marzo) como consecuencia de conflictos políticos y religiosos. Hay elecciones previstas para el 11 de abril de 2011.

- Sri Lanka: se estima que entre abril y mayo de 2009 murieron asesinados unos 6.400 civiles.

- Sudán: a pesar del referéndum sobre la secesión de Sudán del Sur, este sigue siendo uno de los puntos de mayor riesgo del planeta.

- Costa de Marfil: desde las elecciones del 28 de noviembre de 2010 han muerto unos 500 civiles y se han visto obligados a desplazarse casi un millón, en una situación de tensión y violencia crecientes.

... y Libia: se estima que en una semana han muerto más de 1.000 civiles.

En la medida en que la intervención militar en Libia esté orientada a la protección de los civiles en riesgo, bienvenida sea. Pero no se puede decir que se va a proteger a los civiles cuando se está bombardeando una ciudad. Los daños colaterales son también civiles. A una guerra se va después de haber agotado, todas vías diplomáticas posibles y en este caso ni siquiera se ha intentado. Y ¿por qué Libia sí y Birmania no? ¿Qué hace a los opositores de Gadafi más vulnerables que las mujeres violadas y asesinadas en la RD del Congo? ¿Qué podemos esperar de países como España, que los lunes venden armas a la dictadura libia y los miércoles ofrecen fuerzas para destruirla? El terremoto político en el norte de África demuestra hasta qué punto se está transformando el orden mundial. La responsabilidad de proteger debe constituir una de las piedras angulares de ese nuevo orden y no un recurso de conveniencia para dictaduras de quita y pon.

miércoles, 9 de marzo de 2011

La historia más conmovedora de todos los tiempos. 2,Genes egoístas en grupos altruistas

>


Dos de las cosas más extrañas de los humanos cuando se les compara con otros mamíferos son la moralidad y la cultura. Ninguna es exclusiva de los humanos, pero están presentes en el Homo sapiens en un grado tal que es incomparable con el de otras especies. El cómo evolucionaron estos rasgos humanos es controvertido. Es evidente que el desarrollo de nuestro cerebro fue clave; concretamente con las neuronas espejo que nos capacitan el empatizar con el otro, y con la corteza prefrontal (en lugar de la frente huidiza de nuestros ancestros) que nos permite proyectarnos en un tiempo futuro.

Pudiera ser que las neuronas espejo, eficientes detectores de los planes del enemigo, incluyeron a la vez, que los camaradas en la guerra se volvieran camaradas en todo lo demás, o que las mujeres cooperaran juntas en aspectos tan trascendentales como en la ayuda que requieren al dar a luz. También este mutuo entendimiento permitiría la cooperación y la estratificación del trabajo necesaria para una sociedad agrícola.

El argumento se basa en un oscuro agujero de la teoría evolutiva llamado selección de grupo. Según ésta a los grupos de individuos que colaboran les irá habitualmente mejor que a los grupos de egoístas, por lo que los primeros prosperarán a costa de los segundos. Así pues si la selección de grupo es correcta, los individuos estarían genéticamente predispuestos a actuar autosacrificándose por el bien del grupo.

Este argumento del “bien del grupo” se consideraba correcto hasta los años sesenta, cuando fue sometido a un examen riguroso y encontrado deficiente. La nueva teoría no enfrentaba a grupos con grupos, ni siquiera a individuos contra individuos, sino a genes contra genes. El comportamiento altruista en esta visión evolucionaría para favorecer un gen determinado, por ejemplo ayudando a parientes cercanos que también portarían el gen en cuestión. Este análisis del “gen egoísta”, llamado así por el libro de Richard Dawkins, hace casi imposible obtener comportamientos basados en el “bien del grupo”.

Unos cuantos investigadores, Samuel Bowles y Mark Thomas entre ellos, han sido reacios a abandonar la selección de grupo completamente. Hacen hincapié en la palabra casi del argumento anterior y afirman que, con toda su inteligencia y posesión del lenguaje, y su tendencia a vivir en grupos pequeños y muy cohesionados, los humanos pueden ser la excepción. También piensan que estarían sujetos a una forma de selección de grupo que es genéticamente egoísta.

Bowles se ha centrado en la guerra recogiendo datos numéricos e incorporándolos a un modelo matemático, ya que es tanto una acción muy colaborativa como, a menudo, genéticamente mortal para los perdedores, aunque también lo es la colaboración en el parto, ya que el hecho de que el bebé emerja de espaldas a la madre en su alumbramiento supone un gran riesgo para el mismo en caso de que sea solo ella la que colabore, y como también es la colaboración de una sociedad agrícola para soportar temporadas con menos recursos alimenticios o en la cooperación para caza y defensa de animales.

Bowles diseñó su modelo para comprobar esta idea. Aunque enfrenta a grupo contra grupo, está estrictamente basado en la idea de genes egoístas. Se centra en el beneficio del gen que promueve el autosacrificio. La pregunta es: ¿le irá bien a un gen así si los individuos que lo tienen conquistan el territorio y los recursos de un grupo similar vecino pero con el riesgo de que algunos de esos individuos pierdan su vida? Si los grupos más cooperativos era más probable que ganasen en los conflictos con otros grupos, ¿era suficiente para influir en la evolución del comportamiento social humano?

En ausencia de guerra, un gen que imponga un coste de autosacrificio tan pequeño como el 3% en reproducción perdida, caería del 90% al 10% de la población en 150 generaciones. El modelo de Bowles, sin embargo, predice que niveles mucho mayores de autosacrificio, en un caso hasta el 13%, podrían ser sostenibles en el caso de incorporar la guerra a la ecuación. Esto permitiría la evolución de rasgos altruistas y colaborativos que no serían posibles de otra manera. Además, aunque la guerra es un ejemplo extremo, los otros ejemplos menos radicales de autosacrificio tendrían similar capacidad de fortalecer al grupo.

Mark Thomas y sus colegas del University College de Londres (Reino Unido) también sugieren que la sofisticación cultural depende de más cosas que del desarrollo de la inteligencia. Requeriría a su vez de una población densa. Si esto es correcto, explicaría algunos hallazgos sorprendentes de la arqueología que, hasta ahora, no han tenido una explicación satisfactoria.

El equipo de Bowles se basó en un modelo matemático para intentar explicar el patrón de aparentes arranques en falso de la cultura humana moderna. Se cree que la especie humana surgió hace entre 150.000 y 200.000 años en África y que comenzó a dispersarse por el resto del mundo hace unos 60.000. Pero los signos de la cultura moderna, como los collares de conchas, el uso de pigmentos o la construcción de herramientas complicadas y difíciles como los arpones de hueso, no aparecen hasta hace 90.000 años. Poco después desaparecen, antes de aparecer otra vez, para desaparecer de nuevo en algunos lugares, hasta reaparecer en Europa definitivamente hace 45.000 años.

El equipo se basó en la idea de que se requiere un determinado número de personas para mantener las habilidades y el conocimiento en una población. Por debajo de este nivel, los efectos del azar pueden ser importantes. La probabilidad de que se hagan inventos útiles es baja y, si sólo unos pocos tienen las habilidades para fabricar nuevos inventos, puede que mueran sin haber pasado su conocimiento.

En su modelo, Thomas y sus colegas dividieron un mundo simulado en regiones con diferentes densidades de grupos humanos. Los individuos en estos grupos tenían ciertas “habilidades”, cada una asociada a un determinado nivel de complejidad. Las habilidades podían transmitirse, más o menos fielmente, produciendo un nivel medio de las mismas que podía variar con el tiempo. Los grupos también podían intercambiar habilidades.

El modelo sugería que una vez que se sobrepasaba la barrera de los 50 grupos en contacto, la complejidad de las tareas que podían mantenerse no se incrementaba con la incorporación de grupos adicionales. En vez de esto, era la densidad de población lo que demostró ser la clave para la sofisticación cultural. Cuanta más gente había, más intercambio había entre los grupos y más rica se volvía la cultura de cada grupo.

Como consecuencia Thomas sugiere que la razón de la que no haya prácticamente rastro de cultura hasta hace 90.000 años es que no había suficiente número de gente para soportarla. Es en este punto cuando, en un par de lugares en África (uno en la punta de más abajo del continente y otro en el este del Congo) producen signos de joyería, arte y armas modernas. Sin embargo, desaparecen poco después. Lo que, según Thomas, correspondería con períodos en los que el número de humanos se contrajo. Existen datos climáticos que prueban que esta contracción se produjo efectivamente.

De acuerdo con Thomas, por lo tanto, la cultura no habría sido inventada una vez, cuando la gente se volvió lo suficientemente inteligente, y habría progresado gradualmente hasta lo que tenemos hoy. En vez de eso, venía e iba en sintonía con los altibajos de la población. Desde la invención de la agricultura, por supuesto, no hizo más que crecer. Las consecuencias te rodean por todas partes.

viernes, 4 de marzo de 2011

La historia más conmovedora de todos los tiempos. 1. Lucy, la nadadora

¡Enhorabuena! ¡Va a tener un bebé!
Durante los próximos nueve meses, millones de años de interacciones con enfermedades, edades de hielo, olas de calor, plagas, parásitos, la pericia del vecino y tantas otras presiones evolutivas (sin olvidar un poco de romance) se unirán en una integración increíblemente compleja de información genética, reproducción celular, marcadores de metilo y líneas germinales para formar su pequeño cacahuete.

Usted y su pareja están bailando la danza evolucionaria, contribuyendo eones de historia genética a la siguiente generación. Es un proceso asombroso, inspirador y profundamente conmovedor. Todo esto debería suplir al deprimido entorno del hospital, donde casi todo está para sobrevenir a la enfermedad o la muerte, mientras que usted está allí para traer al mundo una nueva vida.

Bueno, buscáis en el directorio para saber a donde ir; Patología, Cirugía, Neurología, Nefrología… Y finalmente ahí está: Obstetricía y Ginecología, …entre Neurocirugía y Oncología. En menos que canta un gallo, le acompañarán a toda prisa por las escaleras, le pondrán una bata de hospital y le colocarán un catéter. Si alguna vez ha estado en un hospital porque estaba enferma en lugar de embarazada, todo le parecerá conocido.

Por supuesto, todo el jaleo médico es por una buena razón; en la pasada década, las Naciones Unidas estimaron que casi seis millones de mujeres murieron debido a complicaciones en el embarazo y el parto; alrededor de 1.500 cada día según UNICEF, aunque menos del uno por ciento de esas muertes se produjeron en países desarrollados. No hay duda de que la medicina moderna ha ayudado a erradicar el gran porcentaje de riesgo de los nacimientos, pero el enfoque tiende a ser similar al de una enfermedad, tratando el parto como un riesgo a controlar en lugar de como un milagro evolutivo que solo necesita un poco de ayuda.

Quizá nuestra habilidad para hacer que el embarazo y el parto sean aún más seguros y confortables se beneficiaría al responder a las mismas preguntas que estamos empezando a hacernos con relación con la enfermedad. ¿por qué la evolución ha llevado a los humanos a dar a luz de manera en que lo hacemos?

Las adaptaciones en el esqueleto que nos permiten caminar erguidos cambiaron la estructura de la pelvis humana; a diferencia de los monos, chimpancés y otros grandes simios, la pelvis humana tiene que soportar casi constantemente el peso de la parte superior del cuerpo. Los chimpancés caminan erguidos de vez en cuando, pero por lo general solo lo hacen para llevar comida de un lado a otro, o vadear ríos y arroyos. La evolución hacia la capacidad de caminar erguido incluyó la selección de una pelvis especializada que lo hiciera posible; bastante ancha a ambos lados de la “entrada”, pero estrechándose cada vez más hasta terminar en una “salida” que conlleva una fuerte opresión para el cráneo de un bebé.

Millones de años después de que aprendiésemos a caminar sobre dos piernas, empezamos a desarrollar mayores cerebros. Cerebros más grandes necesitan cráneos más grandes. Millones de años después, las mujeres con conductos pélvicos más estrechos, dan a luz a bebes más cabezones y, esta dificultad ha hecho que la mayor parte del desarrollo cerebral humano tenga lugar después del nacimiento.

¿Por qué la evolución favorecería adaptaciones que provocasen que la reproducción fuese más peligrosa? La escritora Elaine Morgan lo planteó de la siguiente manera: “Nuestros ancestros entraron en el Plioceno como cuadrúpedos peludos sin lenguaje y salieron de él sin pelo, erguidos y discutiendo sobre qué tipo de plátanos les gustaban más”. Y eso no es todo. También engordamos, desarrollamos narices prominentes con fosas nasales apuntando hacia abajo y perdimos mucho sentido del olfato. ¿Qué había sucedido?

La opinión mayoritaria sobre nuestro cambio de caminar a cuatro patas a hacerlo erguidos es la hipótesis de la sabana, la cual sostiene que nuestros ancestros simiescos abandonaron los densos bosques africanos y se trasladaron a extensas llanuras cubiertas de hierba, tal vez debido a variaciones climáticas que provocaron un gran cambio medioambiental.

Sin embargo, la vida era más dura en la sabana; según la teoría, nuestros ancestros tuvieron que ingeniárselas para conseguir comida. Alguna combinación de esas nuevas circunstancias, como la necesidad de otear el horizonte en busca de comida o depredadores o la de cubrir largas distancias para obtener agua o comida impulsaron a los homínidos de la sabana a empezar a caminar erguidos. Asimismo, el clima en la sabana era muy caluroso y todos esos machos que cazaban animales tendían a recalentarse, por lo que acabaron perdiendo el pelo para estar más frescos. Al menos esa es la teoría convencional.

No obstante, Elaine Morgan, que no es una persona convencional, no cree en la veracidad de esa teoría. En su obra ‘La descendencia de la mujer’ atacaba la idea de que el comportamiento masculino era la fuerza impulsora de la evolución humana. ¿Los humanos empezaron a andar erguidos para poder cubrir más rápidamente las distancias entre el agua y la comida de lo que lo hacíamos sobre cuatro patas? ¿Ha competido alguna vez con un guepardo? Incluso algunos de los cuadrúpedos más lentos pueden correr más rápido que nosotros. ¿De verdad perdimos nuestro pelo porque los machos sudaban mucho cazando antílopes? Y si así fuera, ¿por qué las mujeres tienen aún menos pelo que los machos? ¿Porque sudaban mucho cuidando a sus hijos? ¿Y qué pasa con todos esos otros animales sin pelo que corretean por la sabana? Oh, sí, es verdad, no hay ninguno. Todos los mamíferos sin pelo son acuáticos o, al menos, juegan en el lodo, como los hipopótamos, los elefantes o el jabalí africano. Sin embargo, no hay ningún primate sin pelo.

Durante la investigación que llevó a cabo para escribir su libro, Morgan se topó con el trabajo de un biólogo marino llamado Alister Hardy . En 1960, Hardy propuso una teoría alternativa para explicar nuestra divergencia evolutiva con otros primates. Sugirió que un grupo de monos de bosque habían quedado aislados en una gran isla cerca de lo que hoy es Etiopía, y se habían adaptado al agua, vadeando, nadando y buscando comida regularmente en las lagunas. A Hardy se le había ocurrido la idea mientras leía el libro ‘El lugar del hombre entre los mamíferos’, que cuestionaba por qué los humanos eran los únicos mamíferos terrestres con una gran capa de grasa bajo la piel. Hardy, que era un biólogo marino, relacionó inmediatamente eso con los mamíferos marinos, como los hipopótamos, leones marinos, ballenas o delfines, ya que todos tienen esta capa de grasa que, al despellejarla, se quedaba adherida a la piel. Teniendo en cuenta, además, que las reservas de grasa subcutánea serían más un estorbo para un mamífero cazador, pensó que solo había una razón para ello: un pasado acuático o semiacuático; un mono acuático.

Morgan plantea una argumentación convincente, su capacidad para sobrevivir en tierra firme y en el agua les confirió el doble de opciones de evitar a depredadores, por lo general, adaptados sólo a uno de los medios. Los monos que pasaban tiempo en el agua habrían evolucionado naturalmente hacia el hecho de caminar erguidos. Eso les habría permitido caminar más distancia en el agua pudiendo respirar; además, el agua ayudaba a sostener la parte superior de sus cuerpos, facilitando el caminar sobre dos piernas.

La teoría del mono acuático explicaba por qué, como muchos otros mamíferos acuáticos, perdimos nuestro pelo: para reducir el rozamiento con el agua. La grasa corporal, a su vez, ayudaría a aislar el cuerpo de un frío húmedo y mejoraría la flotación. También aclaraba la razón del desarrollo de nuestra nariz prominente y nuestras fosas nasales dirigidas hacia abajo; lo que nos hubiera permitido zambullirnos, o el control voluntario de la respiración y la laringe descendente; que nos permite tomar más cantidad de aire en menor tiempo.

Existen otras características físicas que nos acercan más a un antepasado adaptado a un medio acuático que a la sabana; por ejemplo las lágrimas, glándulas sudoríparas y sebáceas entre otras. Pero todo esto no explica aún la ausencia de presión evolucionaria que existe en contra de caminar erguidos y el riesgo reproductivo asociado provocado por el cambio en la forma de la pelvis. A no ser que el agua fuese un factor que facilitara el proceso.

Según la leyenda, el primer parto médico en el agua se llevó a cabo en Francia a principios de siglo diecinueve. Las parteras habían estado ayudando a una mujer que llevaba más de cuarenta y ocho horas de parto cuando una de las comadronas sugirió que un baño caliente podría ayudar a que la madre se relajase. Según la historia, el niño nació poco después de que la mujer entrara en la bañera.

Sin embargo, los médicos sugerían en las revistas médicas y en los periódicos que el parto en el agua era peligroso y que entrañaba muchos riesgos inaceptables de infecciones, además de la muerte por ahogamiento. No fue hasta 1999 cuando Ruth Gilbert y Pat Tookey , del Instituto de Salud Infantil de Londres, publicaron un estudio serio sobre el tema y en él se exponía que el parto en el agua era al menos tan seguro como los métodos convencionales y que todas esas predicciones sombrías y mortales eran en su mayor parte infundadas.

Un estudio italiano aún más reciente, publicado en el año 2005, ha confirmado la seguridad del parto en el agua, además de demostrar algunas ventajas contundentes. En primer lugar, no se producía un aumento de las infecciones, ni en las madres ni en los recién nacidos y el niño se beneficiaba de una protección adicional contra la neumonía por aspiración ya que cuando los niños nacen a la manera convencional, inhalan una bocanada en cuanto notan aire en la cara , y a veces, esto es antes de el médico les haya limpiado la cara de la materia fecal o residuos del parto que pueden inhalar.

El estudio reveló otras muchas ventajas. Las madres primerizas que daban a luz en el agua se beneficiaban de un periodo de contracciones más corto acelerando considerablemente el proceso. Asimismo, los partos en el agua reducían de manera notable el porcentaje de mujeres que necesitaban episiotomía, la incisión quirúrgica que suele practicarse en los partos hospitalarios a fin de expandir la vagina para prevenir posibles complicaciones derivadas de un desgarro, ya que el agua facilitaba una mayor apertura vaginal. Incluso también favoreció que la gran mayoría de mujeres que dieron a luz en el agua no necesitaron analgésicos.

Un último dato explica las ventajas del parto bajo el agua además de ofrecer otro indicio de que la teoría del mono acuático podría ser acertada. La investigadora del comportamiento infantil Myrtle McGraw documentó que los bebes no sólo tienen el reflejo de aguantar la respiración, sino que realizan movimientos rítmicos que les permiten avanzar bajo el agua. Un comportamiento de adaptación al agua instintivo.

Es bien conocido por todos que las adaptaciones que se llevan a cabo en periodos evolutivamente cortos ocurren mayoritariamente en especies que se ven aisladas repentinamente, como por ejemplo sucede cuando la inundación de un terreno da lugar a la formación de islas. Los sitios en los que se han encontrados los fósiles de Australopithecus afarensis (especie pre-humana), estuvieron cubiertos de agua hace siete millones de años, cuando se estima se llevó a cabo el paso del mono a los primeros homínidos.
Cómo si fuera poco, los huesos de Lucy fueron hallados entre restos de huevos de cocodrilos y tortugas.

viernes, 18 de febrero de 2011

Sexo y violencia, dos caras de una misma VMH

>

Los científicos han sabido desde hace mucho tiempo que la estimulación de una región particular del cerebro podría desencadenar un comportamiento agresivo. Pero los métodos utilizados en esos estudios, que datan de la década de 1920, eran mucho menos precisos que las sofisticadas herramientas a disposición de los neurocientíficos de hoy.

En el estudio publicado el 10 de febrero 2011 en la revista Nature, David Anderson y su equipo del Instituto de Tecnología de California en Pasadena (CalTech) decidieron identificar el circuito neuronal básico que subyace al comportamiento agresivo usando métodos más modernos. Centraron sus esfuerzos en una región del hipotálamo del cerebro llamado el núcleo ventromedial, concretamente en la parte más profunda de esta región; una pequeña área cerca de 300 micrones de diámetro, llamada VMHv1.

Los investigadores insertaron durante un período de varios meses diminutos paquetes de electrodos en el cerebro de ratones machos permitiendo registrar la actividad de 104 neuronas individuales del VMHv1. El hipotálamo y sus subdivisiones, una de las más antiguas estructuras del cerebro, son universales en todos los mamíferos. El sexo y la violencia también lo son, y es muy probable que unos circuitos muy similares existan también en los humanos.

Mientras el ratón macho estaba solo en su jaula, estas neuronas permanecían pasivas. Sin embargo, los ratones son territoriales, así que cuando los investigadores colocaron a un segundo ratón macho en su jaula, el ratón atacaba, golpeaba con su cabeza y mordía. Cada vez que se produjo este comportamiento, los investigadores observaron que un subconjunto de células cerca de los electrodos implantados comenzaron a activarse. Mientras que algunas neuronas comenzaban a dispararse en el momento en que el foráneo entraba en su jaula, las demás sólo se disparaban una vez que el ratón luchaba.

Cuando los investigadores colocaron una hembra de ratón en la jaula en vez de un segundo varón, el ratón se convirtió en cariñoso. Los investigadores pudieron ver que casi la mitad de las neuronas del VMHv1 activadas con anterioridad también lo hacían en esta situación. Y, aunque el circuito neuronal se desarrollaba de forma diferente (cuando los ratones comenzaron a aparearse, la actividad de las neuronas en el VMHv1 disminuyó), parece ser que la interpretación del input en uno de los dos comportamientos, inhibía la posible activación del otro.

"La interacción entre el sexo y la violencia está profundamente enraizada en la arquitectura básica del cerebro" Clifford Saper, neurólogo de la Facultad de Medicina de Harvard

La forma más precisa de manipular circuitos cerebrales concretos es una técnica desarrollada en los últimos años llamada optogenética. Empleando este procedimiento, utilizaron posteriormente un virus para insertar un gen en neuronas del VMHv1 el cual codificaba un canal iónico que permitía controlarlo (activarlo o no) con la luz. Una vez que el virus había infectado a las neuronas insertando su carga genética, los investigadores utilizaron un cable de fibra óptica para iluminar esta región del cerebro. La combinación de genes que solo se activan en ciertas zonas y de luces que solo inciden en cierto momento permite un control espaciotemporal muy fino en la manipulación de la actividad cerebral. Es así como Dayu Lin, del equipo de CalTech, identificó con gran precisión los circuitos del hipotálamo que subyacen a los comportamientos agresivos.

Cuando los investigadores hiperactivaban los circuitos del VMHvl con sus técnicas optogenéticas, los ratones macho se volvieron anormalmente agresivos: atacaban no solo a machos y hembras por igual (ver video), sino también a machos castrados, a quien los hombres por lo general se ignora, así como los animales anestesiados e incluso a los objetos inanimados, como un guante de látex inflado. "La luz se enciende y el animal ataca el guante. La luz se apaga y el animal deja de atacar ", dice Anderson. El dato alentador es que confirmó que el sexo suprimía la agresividad, ya que esa misma hiperactivación optogenética no tenía el menor efecto si el ratón ya estaba inmerso en una actividad sexual. Es otra evidencia más de que el sexo y la violencia requieren parte de las mismas redes neuronales, y de que estas compiten entre sí hasta que uno u otro comportamiento se impone.

Quizás, dice Anderson, la interpretación del input en ésta zona del cerebro podría funcionar mal en algunos delincuentes sexuales violentos. "Tal vez en aquellos individuos hay algún tipo de defecto de conexión de estos circuitos en el cerebro, por lo que los impulsos violentos y los impulsos sexuales no están bien separados unos de otros".

Los resultados sugieren que estas conductas se localizan en esta región particular del cerebro, y no tan ampliamente distribuidos en el hipotálamo, como estudios previos sugirieron. Que la inactivación de un circuito cerebral elimine el comportamiento agresivo solo prueba que ese es uno de los muchos elementos que pueden intervenir en el fenómeno, pero que la actividad anormal de esos mismos circuitos dispare por sí misma el comportamiento agresivo es una evidencia que apunta al controlador fundamental del proceso.


sábado, 5 de febrero de 2011

product-service system

>

¿Cómo reducir el impacto ambiental en un mundo de recursos limitados cuando la buena marcha de nuestra economía depende en realidad de que no se pare nunca de fabricar y consumir productos? Una de las ideas propuestas desde hace unos años es concentrarse más en vender servicios en lugar de productos, de forma similar a un sistema de préstamo de bicicletas, como el Bicing de Barcelona. En este caso, los beneficios económicos de la empresa no van a depender ya de no dejar de vender bicicletas, sino de sacar el máximo rendimiento posible de las que se tenga en alquiler, lo que se supone que promueve un uso más eficiente de los recursos disponibles y reduciría el impacto ambiental. O eso dice al menos la teoría.

Frente a la economía tradicional de los productos, este modelo de economía orientada a los servicios o de ‘producto de servicio’ (product-service system (PSS)) ha sido planteado por diversos autores en la última década. En realidad el concepto es bastante amplio. Existen negocios de este tipo que funcionan ya desde hace mucho tiempo, como una lavandería. Pero también se han propuesto muchas otras fórmulas y muy novedosas. En París, donde se implantó con gran éxito su sistema de préstamo de bicicletas, Vélib, existe un proyecto para probar ahora con coches eléctricos: Autolib. En ‘Cradle to cradle’ (De la cuna a la cuna), Michael Braungart y William McDonough defienden que aquellos productos con valiosos “nutrientes técnicos” (como coches, televisores, frigoríficos, una moqueta…) sean concebidos de nuevo para no vender el producto, sino el servicio que pueden prestar a un cliente. Y también se plantea que este tipo de sistemas se utilicen para algunos metales raros o escasos: de forma que el uso de materiales como el litio de una batería no implique tener su propiedad.

En teoría, esto evitaría que, como ocurre ahora, las empresas limiten la vida de sus productos para asegurarse que los clientes vuelven a las tiendas a comprar más (la llamada obsolescencia programada). Al contrario, al vendedor debería interesarle que dure lo máximo posible para poder seguir ganando dinero con la venta de sus servicios. La práctica de la obsolescencia programada comenzó a realizarse en los años veinte cuando las principales fábricas de bombillas pactaron en secreto que la vida útil de sus productos debería reducirse de 2.500 a 1.000 horas para multiplicar sus ventas. Según lo afirma Cosima Dannoritzer, directora del documental: “esta práctica empresarial se ha convertido en la base de la economía moderna, a pesar de las terribles consecuencias medioambientales de un sistema que genera toneladas de residuos inútilmente“. El modelo “PSS” podría mejorar la gestión de los residuos, pues los productos volverían siempre al vendedor que podría repararlos, reutilizarlos o reciclarlos de la forma más eficiente posible, lo que ahora no interesa tanto.

“Se ha trabajado poco con este concepto en España, pero como consecuencia de la crisis se está empezando a revitalizar todo esto dentro de la llamada economía verde”, asegura Luis Jiménez Herrero, director del Observatorio de la Sostenibilidad en España (OSE) y profesor de Economía del Medio Ambiente de la Universidad Complutense. “Se trata de ser más ecoeficientes y de desmaterializar el consumo, con el planteamiento tradicional hay que producir más para vender más, pero lo que debemos conseguir es producir menos para ganar más, o para seguir ganando”.

Oksana Mont investigó esto mismo para su tesis doctoral en el International Institute of Industrial Environmental Economics de la Universidad de Lund (Suecia). Su trabajo incidía en que, si bien existen experiencias de sistemas orientados en servicios en los que se sí se produce una reducción significativa de los impactos, esto no significa que este tipo de negocios sean de por sí mejores para el medio ambiente. Mont analizó lo que ocurre con taladradoras y máquinas cortacésped en distintos escenarios de uso: desde un único propietario hasta múltiples usuarios. Los resultados del análisis de ciclo de vida de estos productos muestran que sí se produce un impacto menor cuando se comparten estas máquinas entre vecinos de una zona residencial. Sin embargo, en algunos escenarios de alquiler en puntos más alejados las emisiones de CO2 eran mucho mayores por los desplazamientos para recoger y devolver el cortacésped cada vez que se necesita.

Para esta especialista sueca, el impacto real de estos sistemas va a depender sobre todo del diseño y de la eficiencia de la red. Lo mismo ocurre con la logística de un servicio de préstamo que tiene que tener bicicletas siempre listas por toda la ciudad: resultará muy importante reducir todo lo que se pueda los desplazamientos de camiones o vehículos contaminantes utilizados para redistribuir las bicicletas.

Una de las mayores limitaciones del sistema es que el impacto ambiental va a depender también en gran medida del uso que haga al final el consumidor, al que puede importarle poco su incidencia ambiental (concienciación socio-ecológica, o la conservación de una bicicleta que no pertenece a su usuario).

Existen casos de negocios que han conseguido poner en práctica este concepto en complicadas redes con resultados positivos. Un caso es el de la empresa CHEP, que gestiona el uso compartido de cerca de 300 millones de palés empleados para transportar mercancías por todo el mundo. Los palés son reutilizables y están pintados de azul para distinguirlos de los desechables. No se compran, sino que se alquilan. Una empresa que comercialice un producto puede utilizarlos para transportar mercancía hasta otro país y allí serán recogidos por una filial de CHEP para revisarlos, repararlos si es necesario, y volver a utilizarlos.

Otro ejemplo interesante, aunque algo distinto al resto, es el del servicio de neumáticos para flotas de camiones de la multinacional Michelin. Aquí sí se vende el neumático, pero junto a un servicio de mantenimiento que se ocupa de alargar la vida de la rueda. Michelin envía técnicos a las flotas para controlar el estado de los neumáticos y se ocupa de que las ruedas gastadas sean recauchutadas para volver a utilizarse. El resultado es que los neumáticos duran 2,5 veces más que los que no utilizan este servicio, produciéndose además un significativo ahorro de carburante en los camiones.